jueves, 3 de abril de 2014

Gritá

Lo vi.
Estuve ahí.
Como si estuvieras aplastando una hormiga.
Fui cómplice, tal vez.
Te vi esconder
las manos,
la mueca sádica en tus labios.
Y esas manos
pálidas, trémulas.
Andá
y tomá el mundo con esas manos,
retorcelo,
antes de que vayan por vos.
No voy a decir una palabra, no.
Jugá con él,
hacelo bailar para vos.
Te lo ganaste,
te lo merecés.
¿Podés sentirlo?
Gritá.
No tenés por qué hacerlo.
Simplemente tenés que saber que podés.
No voy a decir una palabra, no...
... las hormigas no hablan.

Sonreí.
El mundo es tuyo.


La imagen corresponde a la película El profesional












Casas de cartas

A veces,
cuando duermen mis manos,
y cuando algunos duermen también,
mis pies siguen andando,
avanzan
decididos, serenos,
y buscan
ese punto en los límites de la noche
en donde todos los senderos convergen,
recorren distancias improbables,
y andan, desandan
y vuelven adonde empezaron a andar.

Y, cuando mis pies duermen,
y cuando los otros duermen también,
mis manos
livianas
buscan en la oscuridad
esa fractura en la articulación del universo,
moldean mundos de arena,
traman hombres, mujeres y chicos desrostrados
y los observan,
ven sus sueños
quietos
y quieren empujarlos.

Y, cuando mis manos
y mis pies duermen,
y todos los demás duermen también,
mi sangre, mi pensamiento,
mis sentidos
todos se abren,
hierven
y diseñan, construyen
las casas de cartas que habito
durante el día.

Después,
cuando todos despiertan,
bostezan
y salen al mundo
a buscar
algo para comer,
para coger
y se quejan
porque comen mal
o cogen mal
y se pierden en la memoria diurna
y en ficciones traslúcidas,
a mí
me da sueño.




Más allá de la alegoría del centeno


Entre la vasta inmensidad
de este fértil suelo,
envueltos en la ciega claridad de los días,
todos los chicos juegan, corren,
creen ser libres.
No conocen sus límites; sus momentos son
en un infinito sembrado.
Persiguen su propia sombra,
adivinando senderos.
No pueden imaginar
la tristeza que atravesaría sus almas
si tropezaran en la noche.
No pueden imaginar,
entonces,
lo magnánimo que es ser yo…
… sobre mí, descansan
las fantasías de cado uno de sus espíritus,
bajo el incandescente resplandor de esta utopía
dibujada sobre ellos.

Las espigas se alzan al sol,
caladas por la palidez de sus rayos;
las raíces callan.
Todos los chicos juegan,
se creen libres.
Ellos no conocen sus límites; no saben qué hay
en la mesura de lo árido.
Sus dedos rozan las hojas, buscando
capturar su sombra.
No pueden imaginar
la tristeza que atravesaría sus almas
si acaso llegara a fallarles;
No pueden imaginar,
entonces,
lo violento que es ser yo,
ser la última vela encendida,
ser la chispa
de todas sus voluntades,
para que la noche no los encuentre
para que su sombra
no se les pierda
más allá del centeno.

¿Acaso intuyen
esa noche que desconocen,
sienten su sombra
invitarlos al límite?

Sus pensamientos encandilados
se diluyen.
No, no pueden imaginar
la tristeza que atravesaría sus almas
si alguna vez supieran
de eso que no sucede.

No pueden imaginar,
entonces,
lo espeluznante, lo frustrante
que es ser yo.
No, no pueden imaginar lo inspirador que es ser yo…
… ser la tierra de todos sus senderos,
el agua, las raíces, las espigas,
el rayo de sol que mece sus pensamientos;
y ser también la noche, el abismo,
la síncopa
en donde se tocan las sombras.

¿Acaso saben
quién es el que los espera
y los resguarda
de su propia torpeza?

Sus almas traslúcidas
lo ignoran.
No, no pueden imaginar
la tristeza que atravesaría sus almas
si contemplaran el abismo.
No pueden imaginar,
entonces,
lo espantoso que es ser yo…
… sentir el vértigo,
ver el fondo,
ser el chico cayendo.




lunes, 31 de marzo de 2014

Leda y el cisne

"En figura de blanco cisne, Zeus pudo llegarse a Leda, esposa de Tíndaro y madre de Clitemnestra, futura esposa de Agamenón. Zeus vio a la mujer bañándose en el río Eurotas de Esparta, de donde Tíndaro era rey, y ordenó a Afrodita que metamorfosease en águila perseguidora, para que Leda, asustada, acudiera a refugiarse entre el plumaje del hermoso cisne que casualmente había aparecido. [...] A los nueves meses, la esposa de Tíndaro, según el relato, parió dos huevos: del primero, salieron Pólux y la bella Helena; mientras que del segundo lo hicieron Cástor y Clitemnestra. Los dos primeros pasaron por ser hijos del dios y los otros dos de Tíndaro".


Un súbito trueno: las grandes alas se agitan todavía
Sobre la desconcertada chica, acarician sus muslos
Con lóbrega malicia; él envuelve el cuello de la cautiva
Con su pico, y ciñe el pecho de ella al suyo.

¿Cómo podrían esos temerosos dedos apartar, tímidos,
la gloria alada de sus muslos subyugados?
¿Cómo podría el cuerpo, ante ese blanco furor, rendido,
No sentir el latido de un corazón extraño?

Un espasmo en sus entrañas engendraría
La caída del muro; la torre y el techo en llamas,
Agamenón y su muerte.
                            Estando así atrapada,
Así dominada por la brutalidad y la sangre,
¿Habrá recogido en ella su sabiduría y su poder
antes que el indiferente pico la soltara?


Leda and the Swan - William B. Yeats
Traducido por Paulo Manterola.

El texto introductorio fue extraído del libro Mitología griega de Francesc L. Cardona.

A continuación, algunas pinturas que han sabido también ilustrar este mito:







Acercamientos entre la nada y el propio ser

Nunca quise esperar algo de vos.
Ni tener que decirlo.
Nunca quise que nadie esperara algo de mí.
Nunca quise decir 
ni una sola palabra.
Nunca quise otra cosa 
más que mirarte, 
perderme en vos,
y volver a descubrirte 
a cada segundo.
Nunca quise ser carne
o huesos…
… nunca quise nacer o morir, acompañarte
o tener que dejarte.
Nunca quise que mi sombra sesgara tus pensamientos.
Nunca quise ser un hijo
ni un hermano.
No soy un padre
ni tu novio.
No puedo ser simplemente nada;
soy algo que existe porque sí,
y muere porque sí,
entre todas las cosas infinitas porque sí.
No soy la imagen que está en ese espejo, no soy yo
lo que están mirando tus ojos…
… soy lo que tus ojos quieren ver.
Y nunca supe realmente 
cómo hacer nada
de todo lo que aparentemente sé hacer.
Nunca supe 
cuántas decisiones, correctas o equivocadas,
pude haber tomado.
Me gusta romper…
… lo que sea.
Nunca quise ser tu encierro. No quiero
tener que ir a tu entierro.
Nunca quise esperar algo de vos.
Nunca quise otra cosa
más que mirarte 
y descubrirme en vos sorprendido.
Nunca quise que nadie esperara algo de mí, no.
Nunca quise decir 
ni una sola palabra.


Queyri


















“Pintar como los pintores del renacimiento 
me llevó unos años, pintar como los niños me llevó toda la vida”.
Pablo Picasso.


En el jardín donde he crecido,
el sol parece una manzana con caramelo.
En este jardín de árboles violetas,
entre el barro y las hojas secas,
en este andar de pasos huecos.

Acá el cielo siempre está pintado
de todos esos colores que yo más quiero.
Lo pienso verde como tus ojos
y se ve negro cerca de tu pecho,
en este sentir desgarrado.

Y el amor aparece vestido
y yo nada más quiero ver qué hay debajo.
Un martillo late sobre un piano
y en su pausa llena el silencio
de este corazón interrumpido.

También crecen unas flores
entre la oscuridad, amarillas y blancas,
entre las grietas de las losas,
entre las rocas,
en esta voluntad de gota de agua.

Y el viento murmura a mi oído
que la vida es un regalo y la muerte, un deseo.
Y se dibuja una casa con un cuarto vacío,
vacío de sí mismo
en esta piel que rompió otro espejo.


domingo, 30 de marzo de 2014

el hombre de los ojos hermosos




















cuando éramos chicos
había entonces una casa extraña
las cortinas estaban
siempre bajas
y nunca oíamos voces dentro
y el patio estaba lleno de cañas
y nos gustaba jugar
en las cañas,
pretender que éramos Tarzán
(aunque no hubiera Jane).
y había un estanque de peces,
era grande,
lleno de los peces dorados más gordos
que alguna vez vimos
y eran mansos.
se asomaban a la superficie del agua
y tomaban pedacitos de pan
de nuestras manos.

nuestros padres nos habían dicho:
“nunca se acerquen a esa casa”.
entonces, por supuesto,
lo hacíamos.
nos preguntábamos si alguien
vivía allí.
semanas pasaron y no vimos a nadie.
pero un día
escuchamos una voz
desde el interior de la casa
"¡PUTA DE MIERDA!"

era la voz de un
hombre.

luego, la puerta de la cocina
se abrió de repente
y el hombre salió.

sostenía una botella de whisky
en su mano derecha.
andaba por los treinta.
tenía un cigarro
en su boca,
necesitaba afeitarse.
su pelo estaba revuelto y despeinado
y estaba descalzo
en camiseta y pantalones.
pero sus ojos brillaban.
encandilaban con
su brillo
y nos dijo,
"oigan, niños,
están pasándola bien,
me imagino".

luego se rió y volvió a meterse
en la casa.

nos fuimos,
volvimos al jardín de mis padres
y nos quedamos pensando
en eso.

decidimos que
nuestros padres querían
que nos mantuviéramos alejados de allí
porque ellos no querían
que viéramos a un hombre
como ese, un hombre
fuerte y natural
con unos ojos hermosos.

nuestros padres
estaban avergonzados
de no ser como ese hombre,
esa es la razón por la que ellos no
querían que fuéramos allí.

pero volvimos
a esa casa
a jugar en las cañas
y a darle de comer a los peces mansos.
volvimos allí
muchas veces
por varias semanas
pero nunca vimos u oímos
a ese hombre de nuevo.

las cortinas estaban bajas
como siempre
y la casa, en silencio.

luego, un día
mientras volvíamos de la escuela
vimos la casa.

se había incendiado,
no quedaba nada,
solamente un montón de escombros negros
y fuimos hacia el estanque
y estaba seco
y esos gordos peces dorados estaban muertos allí,
secándose.

volvimos al jardín de mis padres
y nos quedamos hablando
de eso
y decidimos que
nuestros padres habían quemado su casa,
lo habían matado,
habían matado a los peces
porque todo aquello era demasiado hermoso,
incluso el bosque de cañas
habían quemado.
ellos habían tenido miedo del
hombre de ojos hermosos.

y
nosotros temimos
entonces
que a lo largo de nuestras vidas
cosas como esa
pasarían,
que nadie quería que otro sea
fuerte y hermoso,
que nunca lo permitirían,
y que mucha gente
tendría que
morir.


the man with the beautiful eyes (charles bukowski).
Traducido por Paulo Manterola.




(sin título) #27

















te soñé,
antes de conocerte,
vestida de nieve
y ramas de árboles como venas,
buscando abrazar tu carne
acariciando la idea
de descubrir
qué hay debajo de tus huesos.
y sos mejor
–los ángeles se desbandan
y esconden sus alas–
en este tiempo y lugar
en que puedo mirarte y sentirte,
tenerte cerca.

Estás hecha del polvo de
cada una de las estrellas que iluminan este universo.
Y quiero beber esa luz,
transformarla en un estallido de colores imposibles,
sentirte infinita por unos instantes,
ver aflorar en tu piel
ese éxtasis de lo inabarcable.
Y abandonarme de a poco
–hundirme en tu pelo–
al letargo,
al rumor calmo de
tu respiración
junto a la mía.


La imagen pertenece al cuadro Serpientes de agua de Gustav Klimt


¿Y ahora, qué?



















Sus camaradas elegidos pensaron, en la escuela,
Que llegaría a ser un hombre famoso;
Él pensó lo mismo y vivió bajo esa regla,
Pasó sus veintes trabajando arduamente;
“¿Y ahora, qué?”, coreó el fantasma de Platón. “¿Y ahora, qué?”

Todo lo que escribió fue leído,
Y años más tarde ganó
Dinero suficiente para sus necesidades,
Amigos que, ciertamente, le han sido leales;
“¿Y ahora, qué?”, coreó el fantasma de Platón. “¿Y ahora, qué?”

Sus sueños más felices, realizó – 
Una pequeña casa, esposa, hija e hijo,
Tierra en donde creció la col y la ciruela,
Rodeado de intelectuales y poetas;
“¿Y ahora, qué?”, coreó el fantasma de Platón. “¿Y ahora, qué?”

“He cumplido”, ya de viejo pensó,
“con mis propósitos juveniles;
La rabia de los necios, mi tenacidad ha sorteado,
Algo parecido a la perfección trajo”;
Entonces más fuerte coreó ese fantasma, “¿Y ahora, qué?”


What then?  William B. Yeats
Traducido por Paulo Manterola