miércoles, 3 de mayo de 2017

A mi viejo (micropensamientos)



Aprendí a buscar la felicidad mesurando mis deseos,
en vez de intentar satisfacerlos.
John Stuart Mill


Hoy, hace tres años, moría papá. A él nunca le importó que demasiadas personas la tuvieran presente, para bien o para mal, pero fue un hombre memorable. Se dedicaba a imaginar espacios, levantar estructuras. Se creó a sí mismo, su propio entorno, un hogar, ese en el que yo crecí. Le dedicó su vida a su compañera, siempre; pasaron buenos y malos momentos, pero siempre juntos. Una vez le regalé un libro, una pavada. Era un libro infantil que se titulaba: "Mi papá es un superhéroe". Una pavada, pero no dejaba de ser verdad para mí. Pienso que, como los chicos, no entiendo por qué la gente se tiene que morir.  Y hoy, como hace tres años, como ese día, como cada día desde entonces, me sigo viendo mientras subía las escaleras del hospital; la radio podía escucharse desde el pasillo de internación, las voces de tango, ese ritmo marcado, el bandoneón. Ese ruido insoportable tapaba el del pulmón artificial de papá, que estaba por apagarse, y callaba los pensamientos de mamá. Y ya no iba a haber más siempre para ellos, para ninguno.




Variaciones

o algunas reflexiones sobre tres cuentos de 76, de Félix Bruzzone


¿Qué hace uno cuando toda su identidad queda destruida en un solo instante? 
¿Cómo reacciona uno cuando la historia de su vida resulta estar equivocada?
Chuck Palahniuk



PRIMERAS CONSIDERACIONES


  En este breve ensayo analizaremos los cuentos “Unimog”, “Otras fotos de mamá” y “Lo que cabe en un vaso de papel”, del libro 76 de Félix Bruzzone, sus aspectos lingüísticos, y contextuales, así como los diferentes recursos narrativos, retóricos y estructurales que utiliza el autor según los postulados de lingüistas como Gérard Genette, Helena Beristáin y Harald Weinrich, entre otros.
  Los tres cuentos se encuentran atravesados por la cosmovisión del protagonista: un hombre adulto que no puede reconciliarse con su pasado y con la desaparición de sus padres durante la dictadura de 1976, de ahí el título del libro que compila estos cuentos. Los relatos son ensimismados, introspectivos, autorreflexivos, aunque esto no implica que el protagonista de estos sea autoconsciente; de hecho, este no sabe o no le importa mucho más que lo que él piensa o siente. 
  Asimismo, su deseo, ese que plantea el conflicto en los relatos, y el que motiva y desencadena todas las acciones del relato, siempre queda insatisfecho. En “Unimog”, el viaje queda trunco y el protagonista debe volver sin su camión y sin ninguna respuesta sobre lo que había motivado ese viaje; en “Otras fotos de mamá”, la entrevista que tiene lugar el día anterior y el posterior encuentro con la mujer del otro no satisfacen sus inquietudes; y, en “Lo que cabe en un vaso de papel”, su relación con su compañera de estudios no logra ser más que superficial.
  Como hemos dicho, el protagonista es solo consciente de sí mismo, y no tanto. Su relación con el resto de los personajes es remota, lejana: no se vincula realmente con ellos. Pero, además, todas las reflexiones del protagonista sobre sí mismo se encuentran cargadas de incertidumbre y de confusión.

MUNDO NARRADO


  En un principio, todos los cuentos habitan en el mundo narrado, es decir, su relato es pasado, en un pretérito perfecto simple. Con oraciones cortas, muchos puntos y una sintaxis simple, las acciones suceden y se concatenan de una manera vertiginosa. Las descripciones no abundan, sino que más bien se da cuenta sobre los hechos en un orden cronológico. Aunque en “Otras fotos de mamá” el pasado sea más reciente y, sobre el final del cuento, la línea de tiempo casi parece unirse con el presente, esto no sucede. No hay anomalía en ese aspecto narrativo. 
  De esta manera, podemos encontrar, en mayor o menor medida, a lo largo de las tres historias, muchas elipsis temporales con las que el narrador acota el relato a las acciones relacionados directamente con el conflicto que le da origen. Las descripciones tienen lugar solamente al describir algún paisaje.
  Por otro lado, en lo que refiere al orden espacio-temporal del relato, las situaciones de los tres cuentos son similares. El protagonista es una persona hija de padres desaparecidos que ya ha llegado a la edad adulta a principios de la década de 2000 y que vive en algún barrio de la ciudad o de la provincia de Buenos Aires. Las situaciones socio-culturales varían entre sí, así como las diferentes competencias de cada uno de los  protagonistas. Sin embargo, estas diferencias no logran desarticular la característica principal que los une: su enajenación con respecto a su pasado y al mundo que lo rodea, incluso de las personas más cercanas a él:

Esa noche, en la cama, encendieron la TV pero no la miraron. O la miraron, pero mientras en la pantalla se repasaban las últimas gracias de un cómico recién fallecido, Vicky pensaba en la casa y Mota pensaba en el camión. La casa encantada y el camión maldito, o al revés. El camión y la casa. Y es seguro que, de haber hablado, no se hubieran puesto de acuerdo en cuál de las dos cosas era más importante. [“Unimog”] 
Supongo que ella es capaz de hablar de eso por mucho tiempo. En realidad, no sé cuánto tiempo lo hizo, pero sí que en un momento preferí volver a hablar del café, y en cuanto la lluvia se hizo más débil la acompañé a buscar un taxi. [“Otras fotos de mamá”] 
… durante aquel largo agradecimiento volví a pensar que ella había llamado para algo más, seguro que había llamado para algo más, pero mientras volvía a pensar en eso, en el cuerpo flaco de Bárbara, en cómo sería verla otra vez desnuda, blanca, en todo eso, dije bueno, que tengas mucha suerte, y colgué. [“Lo que cabe en un vaso de papel”]

PUNTOS DE VISTA


  En el cuento “Unimog”, podemos dar cuenta de un narrador mixto: si bien es heterodiegético –ya que no forma parte de la historia, sino que es simplemente un observador–, su focalización es interna, es decir, sabe lo que piensan y sienten los personajes, al menos de los principales, Mota y Vicky. Cuando se trata de Saba, el administrador de la agencia de venta de camiones, el narrador declara su ignorancia sobre lo que piensa o siente este personaje a través de la duda. En definitiva, Mota es el personaje principal y sobre el que se centra el relato. Podría decirse que Vicky también lo es, pero nada más sabemos o se nos cuenta lo que ella dice, piensa, siente o hace en tanto incide directamente sobre Mota.
  Por el contrario, los otros dos cuentos coinciden en el mismo tipo de narrador, un narrador protagonista con focalización interna fija. Aquí, el personaje principal es quien asume la responsabilidad de relatar la historia, y lo hace desde su punto de vista, sin ceder en ningún momento la voz a otro personaje, sin tener seguridad alguna de lo que piensan o sienten los demás personajes.
  En el cuento “Otras fotos de mamá”, todas las acciones pasan por el narrador, lo afectan de manera directa. Por otro lado, en el cuento “Lo que cabe en un vaso de papel”, las acciones lo pasan de largo al personaje, pero tal vez esto tenga que ver con su evidente actitud pasiva frente a la vida. No obstante, ambos narradores se encuentran muy emparentados: su relato trascurre como una especie de monólogo interno, en donde abundan las reflexiones introspectivas.
  Cabe destacar, en “Otras fotos de mamá”, la singular relación que el personaje principal (de quien no sabemos el nombre) establece con la mujer de Roberto, Cecilia, quien, de manera inconsciente, le recuerda a su madre desaparecida. Esto se evidencia en el paralelismo que este elabora entre los botines que debe comprar Cecilia para su hijo que juega al rugby y los botines que él recuerda haber usado de chico cuando también jugaba al rugby. Cuando ella entra a la casa del personaje principal, él la ve más joven, joven como lo era su madre el día que desapareció. Asimismo, esta transfiguración que él ejecuta sobre Cecilia y toda la situación en que la recibe en su casa, le ofrece bañarse, un café, le recomienda no llamar a su esposo, sugieren cierta expectativa o tensión sexual al lector que no va más allá de eso.
  En el cuento “Lo que cabe en un vaso de papel”, la relación entre el personaje principal y la chica Bárbara es irregular, inconstante. Nada más sabemos sobre la chica y sobre su relación con el personaje principal lo que él nos cuenta, lo cual es poco. El chico sabe poco y nada sobre la chica, y sobre él mismo. De lo único que está seguro él, lo único que recuerda de manera vívida, es su sensación de angustia, casi como un ataque pánico, reflejada en una sed incontenible. Aunque él, claro, no lo sabe ni lo sabrá, esta sensación de angustia está íntimamente relacionada a su pasividad, a su inacción frente a su distanciamiento de la chica (frente a su propia vida, también). Tanto es así que, una vez colmada esa sed que lo apuraba, cree escuchar la voz de Bárbara, desde el fondo de ese mismo vaso que tiene en sus manos.
  De este modo, más allá de las particularidades de cada cuento, lo cierto es que los narradores, ya sean el personaje principal o no (en el caso de “Unimog”, podría decirse que el narrador está más vinculado al personaje principal que a cualquier otro, empatiza con este; además, al contar con información sobre la historia personal del autor, podría decirse también que el cuento es autorreferencial), establecen una distancia irrecuperable entre ellos y el resto de los personajes, entre ellos y el mundo. Esto se debe a la imposibilidad de reconciliación con su pasado que arrastra y de conectar con el otro de manera genuina, auténtica.

ESTÉTICA


  En lo que respecta a los recursos retóricos utilizados en los tres cuentos, podemos apreciar que son similares. Las imágenes visuales predominan por sobre cualquier otro sentido; la adjetivación subjetiva transita ese mismo camino, salvo algunas excepciones con referencias a lo auditivo, y en general los términos elegidos remiten al terreno de lo oscuro, lo extraño y lo sombrío. Tanto las imágenes visuales como la adjetivación son abundantes al tratarse de ensoñaciones o pesadillas del narrador o personaje principal. En ocasiones, podemos apreciar algunas comparaciones y personificaciones. La enumeración es también un recurso común a todos los cuentos, así como las condiciones climáticas. Estas últimas suelen estar detalladas por imágenes visuales y personificaciones y casi siempre están asociadas a la tristeza, a la melancolía, a lo aciago, y adelantan una desgracia.
  Por otro lado, cada cuento tiene sus particularidades. Por ejemplo, en “Unimog”, el narrador se refiere a la esposa de Mota como Vicky, sin haberla presentado antes al personaje, es decir, de manera catafórica; asimismo, la secuencia dialogal como recurso discursivo aparece solamente en este texto.
En “Otras fotos de mamá” y “Lo que cabe en un caso de papel” los recursos discursivos están ceñidos al discurso indirecto y al discurso indirecto libre. Además, en estos abundan las reflexiones, los pensamientos propios del narrador y del personaje principal, marcados por los signos de duda y las interrogaciones que, en el caso del último de los cuentos, interpelan al lector.
  Las elipsis temporales son frecuentes. (“Unimog”, de hecho, está dividido en instancias o escenas que evidencian una omisión de un determinado período de tiempo y las acciones que hayan tenido lugar allí.) Esta manera elíptica de narrar una historia, sumada a una sintaxis sencilla, con oraciones cortas, en un pretérito perfecto simple y en una secuencia cronológica ordenada, agilizan su lectura y ponen en juego una cierta vertiginosidad en las secuencias accionales.
  Debido a la unidad temática que relaciona los cuentos, podrían ser considerados como variaciones de un mismo tema, así como los Estudios de Chopin o de Lizst. Dichas piezas estaban destinadas a desarrollar la técnica, basadas en un solo motivo musical y en la dominación de una destreza específica; al mismo tiempo, me refiero a los de Chopin y de Lizst ya que fueron estos compositores quienes pudieron combinar el ideal de la finalidad práctica de estos ejercicios con una elevada significación musical. Bruzzone, hace algo similar con sus cuentos. Ejecuta a la perfección una destreza técnica elegida y, al mismo tiempo, construye una bella narración literaria. Podría decirse que estos tres cuentos están pensados para ejecutarse en diferentes tonalidades menores, por la manera en que el escritor los resuelve.

HABLANDO SOLO


  Como ya hemos mencionado, en lo que refiere a lo discursivo, “Unimog” se diferencia de “Otras fotos de mamá” y de “Lo que cabe en un vaso de papel” por la inserción en el relato de secuencias dialogales, en donde el narrador le cede la voz a los distintos personajes del cuento de manera directa:

Vicky, sin comprender, lo abrazó.
—Yo pienso en la casa —dijo—, ¿qué va a pasar con la casa?
Mota la apartó y prometió que a su regreso todo iba ser como ella quería.
—Siempre decís lo mismo —dijo Vicky.
—Vos también siempre decís lo mismo.

  Asimismo, el primero combina esta forma de discurso con otras que también aparecen en los otros dos cuentos: el discurso indirecto (“Dijo que había que abrir la puerta a los demonios del camión…”) y el discurso indirecto libre (“Daba algunas explicaciones: este es una nave, vuela; este no gasta nada…”). 
  Por otro lado, la ausencia de comillas, de manera deliberada, por el autor, al expresar los pensamientos de los personajes, generan cierta confusión sobre los momentos en que utiliza los recursos: “Decíamos cosas que nos hacían reír y ella en un momento me agarró la mano, qué tirás, tiro, no tirés”.
  Sin embargo, lo que más predomina en los cuentos, al menos en los últimos dos (y, en menor medida, en el primero, más allá de que las características del narrador no parecen posibilitar esta conjetura), es el monólogo interior. Por ejemplo, en “Unimog”:

También pensó que el camión generaría una nueva fuente de ingresos y no prestó atención a las palabras de su esposa, Además, pensó que para las mujeres –o al menos para las mujeres como Vicky, siempre pendientes de los mismos detalles–, una casa nunca llega a estar terminada. 

  En “Otras fotos de mamá”: “En realidad, nada de lo que decía me importaba mucho, y me sentía algo inquieto. Me preguntaba cuántos años podía tener Cecilia…”, y, por último, en “Lo que cabe en un vaso de papel”:

… no sé cómo llamarlos porque por el tamaño eran volantes pero el contenido era panfletario, algo relacionado con promover una nueva religión similar al cristianismo pero basada en una mezcla de doctrinas del cercano y del lejano oriente. 

  En esta última cita, el narrador no se atiene estrictamente a lo troncal del relato, es decir, de alguna manera, “se va por las ramas”. Lo cierto es que el narrador mantiene conversaciones consigo mismo, se hace preguntas: “¿Cómo habían podido meter tantos camiones ahí adentro?” (este ejemplo de “Unimog” podría ser considerado como discurso indirecto libre también); se cuestiona: “… qué más podía hacer…” (aquí interpela al lector), duda de su juicio: “Nos besamos. O casi nos besamos. O nos dimos un beso corto que no entraba en la categoría de beso”; o de su memoria: “No sé durante cuánto tiempo pensé en mis pesadillas”. Sin embargo, elige los hechos que relata de manera ordenada y omite otros de manera consciente. En realidad, es un monólogo interior organizado, lo cual parece una contradicción. Y mucho en estos tres relatos tiene que ver con las contradicciones del discurso interior, pero qué ser humano no las tiene de todas formas.