viernes, 22 de agosto de 2014

La guachada

Las luces de las ventanas de un hospital.
Solas, tristes.
Una guachada.
Las esperanzas, los suspiros.
Los que no pueden dormir.
Los que saben que quizás no despierten.
Los que esperan.
Una guachada.
La soledad de una avenida a la media noche.
Una plaza vacía.
Una guachada.
Un teléfono que suena desesperado.
La sensación de que algo no está bien,
de que ese algo es uno.
La noche más larga del mundo.
El frío en los huesos.
La idea de que, si alguna vez dejás de mirarme,
voy a dejar de existir.
Una guachada.
Un corazón que late más rápido de lo que avanza la noche.
El temblor en las manos.
La ansiedad por volver a verte.
Una guachada.
La claustrofobia en el pecho de sentirte lejos.
El silencio. El terror. Tus ojos.
Este deseo profundo,
deseo.
Nunca me quites los ojos de encima.
No te canses de mí.
Hablame.
Nunca te canses de hablarme.
Este exceso.
Una guachada.

Danae. Gustav Klimt.

















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De la nada (out of the blue)
























ella me telefoneó desde alguna ciudad,
lejos:
“nunca pude discutir con vos”,
me dijo,
“siempre salías corriendo.
mi esposo no es así,
él se me pega, no me deja estar;
me pega”.

“nunca creí en las discusiones”,
le dije,
“no hay nada que discutir”.

“te equivocás”, dijo ella, “deberías
tratar de comunicarte”.

“esa palabra, comunicar, se abusa de ella; como
de amar”, le dije.

“pero ¿no creés que dos personas se pueden
amar?”, preguntó.

“no si se tratan de comunicar”,
le contesté.

“estás diciendo pelotudeces”,
dijo ella.

“estamos discutiendo”,
dije yo.

“no”, dijo ella, “estamos tratando de
comunicarnos”.

“me tengo que ir”, dije yo y
colgué y luego
descolgué el teléfono.

me quedé mirándolo.
lo que ellas no entendían era que,
a veces, no hay nada que
agregar
a una vindicación personal de un
punto de vista personal
y que era eso lo que iba a provocar
esa luz cegadora
alguno de estos días.

out of the blue, de charles bukowski.
Traducido por Paulo Manterola.

* La pintura pertenece a Pat Lipsky y se titula Blue, grey not touching.




elogio de una dama y su infierno

algunos perros, que duermen por la noche,
deben soñar con huesos;
y yo recuerdo tus huesos
entre tu carne
y, mejor aún,
en ese vestido verde
y esos zapatos negros de
taco alto.
siempre insultabas cuando
tomabas,
tu pelo resbalaba por tu oreja, querías
arrancar de vos
todo aquello que te perseguía:
recuerdos podridos de un
pasado
podrido, y
finalmente lo
lograste:
al morir.
dejándome en un
presente
podrido:
hace veintiocho años
que estás muerta
y todavía te recuerdo
mejor que a
cualquiera de las otras;
fuiste la única
que entendía
la futilidad de este
arreglo con
la vida;
las demás solamente estaban
disconformes con
algunas cuestiones triviales,
criticaban
absurdamente los
sinsentidos.
Jane, te
asesinaron por saber
demasiado.
Tomo este trago
por tus huesos, con
los que
este perro
sueña
todavía.

eulogy to a hell of a dame (charles bukowski)
Traducción: Paulo Manterola.




















Perro semihundido o, más simplemente, El perro, es una de las Pinturas negras que formaron parte de la decoración de los muros de la casa que Francisco de Goya adquirió en 1819.
En su estado actual, el cuadro, muy austero, solo presenta la cabeza de un perro escondida o hundida sobre un plano inclinado de ocre oscuro y un espacio vertical en ocre más claro, todo ello exento de cualquier otra figura. La mirada de la cabeza del perro se dirige hacia arriba, y podría representar la soledad.
En reproducciones fotográficas realizadas por J. Laurent, entre los años 1863 y 1874, antes de ser arrancada la pintura de los muros de la Quinta del Sordo, podría apreciarse un paisaje de fondo formado por una gran roca y unos supuestos pájaros a los que el perro mira. Posteriormente, se pronunciaron diferentes opiniones, incluyendo la de que el perro observa interesado a dos pájaros que vuelan, o que el artista no terminó El perro, pero ninguno es argumento concluyente: ni siquiera podemos asegurar que el animal se esté hundiendo. 
(http://es.wikipedia.org/wiki/Perro_semihundido).

jueves, 21 de agosto de 2014

Dicen que en este lugar...



"Si estás dispuesto a montar la escena; no es de William Blake. Si estás dispuesta a devorar estrellas que sacien tu sed". 
- El camino del exceso, Enrique Bunbury.


Dicen que en este lugar
habitó el hombre alguna vez,
que cayó de la rama donde reposaba,
tiró abajo todos los árboles
y construyó estructuras
para volver a trepar,
y luego hizo caminos para sus pies domesticados
que condujeran a lugares
donde pudiera mitigar su ira, sus vicios,
y dejar afuera sus buenas costumbres aprendidas.
Dicen que, en un momento, miró a las estrellas
y, en ese instante de silencio, contempló la eternidad
y se sintió solo y perdido.
Y como nunca pudo conquistarlas
ni conquistarse a sí mismo,
se arrojó a la conquista de otros
más pequeños,
impotentes.

Fundó sociedades,
civilizaciones,
estratos y jerarquías,
tendencias,
elitismo.
Inventó la historia,
una historia,
para saber a quién someter y a quién someterse.
Es importante.

Dicen que en este lugar habitó el hombre alguna vez,
que pervirtió la naturaleza
y corrompió sus leyes,
que cultivó la tierra, hasta secarla
y aprendió a comer sin manchar sus manos de sangre
más que con la de sus enemigos.
Inventó deidades,
leyendas,
fantasmas
que acabaron persiguiéndolo hasta la locura.
Y les ofreció rituales
y las cabezas de sus pares
para iluminar
con sus ojos muertos
el camino hacia una más placentera nada.
Y luego las propias leyes
de sus dioses imaginarios
lo traicionaron
y los caminos a sus pies se fueron borrando
y la desesperación…
… es la madre de la invención…

Dicen que inventó formidables teorías
para justificar sus atrocidades,
sus omisiones,
su ego, sus pobres voluntades,
pero se dio cuenta,
un día cualquiera,
que estaba hecho de deseo,
y se lo ocultó a sí mismo
porque la comedia era buena
aunque aburría,
y este necesitaba una naturaleza trágica,
demoler laberintos.
De modo que inventó mecanismos,
aparatos, dispositivos,
disfraces,
que lo acercaran a esa ansiedad,
a esa angustia
para luego construir otros que lo liberaran
de la culpa.

Y, antes que todo eso,
debió inventar la palabra y después el pensamiento
y los juegos de poder,
y las intrigas.
Y así pues,
dicen que en este lugar habitó el hombre alguna vez
y es bueno que así ya no sea.
Y si acaso volviera a aparecer,
mejor sería
que nunca baje de su rama.