miércoles, 3 de mayo de 2017

A mi viejo (micropensamientos)



Aprendí a buscar la felicidad mesurando mis deseos,
en vez de intentar satisfacerlos.
John Stuart Mill


Hoy, hace tres años, moría papá. A él nunca le importó que demasiadas personas la tuvieran presente, para bien o para mal, pero fue un hombre memorable. Se dedicaba a imaginar espacios, levantar estructuras. Se creó a sí mismo, su propio entorno, un hogar, ese en el que yo crecí. Le dedicó su vida a su compañera, siempre; pasaron buenos y malos momentos, pero siempre juntos. Una vez le regalé un libro, una pavada. Era un libro infantil que se titulaba: "Mi papá es un superhéroe". Una pavada, pero no dejaba de ser verdad para mí. Pienso que, como los chicos, no entiendo por qué la gente se tiene que morir.  Y hoy, como hace tres años, como ese día, como cada día desde entonces, me sigo viendo mientras subía las escaleras del hospital; la radio podía escucharse desde el pasillo de internación, las voces de tango, ese ritmo marcado, el bandoneón. Ese ruido insoportable tapaba el del pulmón artificial de papá, que estaba por apagarse, y callaba los pensamientos de mamá. Y ya no iba a haber más siempre para ellos, para ninguno.




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