Acercate, descansá
tu sombra junto a la mía;
dejá caer
tu cabeza
sobre mi pecho.
Quiero escuchar cada uno de tus latidos
mientras voy clavando mis uñas
en tu cuello.
Una suave brisa
estremece tu cuerpo
y no puedo
imaginar más perfecto este instante.
Quiero desgarrar
cada uno de tus sentidos
tal vez, así, pueda ahogar
todos tus miedos.
Y no pierdas tu tiempo
con fatalidades,
no contengas tu aliento con
torpes premoniciones.
Tu niño estará a salvo conmigo
una vez
que cierre tus ojos
con este beso.
El cielo se nubló y,
a la sombra de este árbol,
déjame
cantarte una canción:
“Hoy mis ojos se han vuelto grises, querida,
para que puedas ver, al fin,
tu horrible reflejo…”.
No, pierdas el tiempo, no… yo
tengo todos los caminos
tatuados en la piel
y
conozco unos cuantos
trucos más
pero, a esta altura,
ya no vale
adivinar.
tu sombra junto a la mía;
dejá caer
tu cabeza
sobre mi pecho.
Quiero escuchar cada uno de tus latidos
mientras voy clavando mis uñas
en tu cuello.
Una suave brisa
estremece tu cuerpo
y no puedo
imaginar más perfecto este instante.
Quiero desgarrar
cada uno de tus sentidos
tal vez, así, pueda ahogar
todos tus miedos.
Y no pierdas tu tiempo
con fatalidades,
no contengas tu aliento con
torpes premoniciones.
Tu niño estará a salvo conmigo
una vez
que cierre tus ojos
con este beso.
El cielo se nubló y,
a la sombra de este árbol,
déjame
cantarte una canción:
“Hoy mis ojos se han vuelto grises, querida,
para que puedas ver, al fin,
tu horrible reflejo…”.
No, pierdas el tiempo, no… yo
tengo todos los caminos
tatuados en la piel
y
conozco unos cuantos
trucos más
pero, a esta altura,
ya no vale
adivinar.
La pintura pertenece a Konstantin Somov: Lovers (1920) |
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