sábado, 25 de enero de 2020

Informe de la adaptación a la Luna (segunda parte)

Volver a la primera parte, o seguir leyendo...

10

Algunas teorías dicen que el universo se está expandiendo, otras que se encoge. Y puedo sentir cómo este gran útero negro se contrae hacia mí. Parece como si me faltaran algunas piezas de lo que pasa. Recuerdo que la botella al lado de mi cama estaba llena con agua, yo mismo lo hice, pero no sé cuándo la tomé. Después de levantarme, bañarme y vestirme, me di cuenta de que estaba vacía. Tampoco recuerdo cuándo el centinela se convirtió en una persona agradable, al menos para el resto. Parece ser un hombre encantador y versado en muchos aspectos. La colectora lo piensa, y es verdad, no puedo negarlo. Por momentos, me encuentro hablando con ellos como si realmente los conociera, como si hubiera un vínculo real entre nosotros más allá de este viaje. Otras veces, me encuentro mirándome al espejo, y detesto la imagen que este me devuelve, demasiado parecido a mi padre, como si yo mismo me estuviera perdiendo en mi propio rostro.
Me paso horas parado observando el espacio, o días, no sé. Veo el vacío que nos rodea y me quedo paralizado. Pienso en qué se sentiría si pudiera salir volando por el techo, y correr en la ingravidez. Me gustaría saber cómo es eso, sí.

11

El legado de mi padre fue la invención y puesta en práctica de un idioma común, en todas las comunidades y regiones, así como la forma en que se organizan políticamente hasta el día de hoy. Los terrestres, mucho antes de que su planeta colapsara, habían tenido algo parecido con el idioma, pero no tuvieron éxito. El nuestro es el único lenguaje planificado del que tenemos registro, lo que lo hace extremadamente práctico a nivel global. Quienes estamos encargados de la organización de las sociedades tratamos de que las diferencias entre unos y otros, tanto sociales como económicas y políticas, tengan el menor impacto posible sobre su capacidad de desarrollo y su deseo de autosuperación. Por eso, un idioma común pareció la mejor opción. No obsante, en el sector científico todavía hay algunos que practican el español, idioma del que más cantidad de textos escritos logramos rescatar. Mi padre me lo enseñó.
En cuanto a la organización política, nunca una sola persona ostenta un cargo que le implique tomar decisiones –que afectan de manera inmediata y directa a otros– en soledad. Todo se consensua, en mayor o menor medida. Asimismo, los diferentes estados de cada región se encargan de cubrir las necesidades básicas de todos sus ciudadanos. Resulta lógico. Nadie “elige” venir al mundo, por lo que sería coherente que no sea su responsabilidad contar con los medios suficientes para ser y hacer lo que quiera: un techo, una alimentación balanceada, un servicio de salud, una educación, etc. Y los trabajos se reditúan de una forma no cuantificable: la moneda de cambio es el trueque. Existe, sin embargo, una moneda de cambio, que otorga poder adquisitivo a las personas: la lava basáltica, carbonizada en los mares oscuros en toda la superficie de nuestro satélite. No es un recurso renovable (lo cual puede plantear ciertos interrogantes en el futuro), pero está en todos lados, en la tierra, y a todo el mundo, por derecho, por haber nacido, le corresponde un pedazo de tierra, igual que al de los otros. Nadie tiene que pelear por ella ni sacrificarse. Es abundante y de libre acceso para cualquiera. Así y todo, según me contó mi padre, fue necesario contar un pequeño cuento: en las zonas oscuras, esas a las que el sol no llega, este material se mantiene en estado puro y es más valioso. De este modo, aquellas personas que no podían contentarse con lo que les era dado a todos por igual, sumado a lo que pudieran encontrar en cualquier otro lado, y quisieran más aún, se lanzaban a la búsqueda de lava basáltica en las zonas oscuras. Claro, esto implica una muerte inmediata, pero nadie lo sabe. El cuento dice que son zonas riesgosas simplemente. Nada mejor para sostener una mentira que apoyarla sobre la esperanza. La avaricia y la soberbia son hábitos parecidos y, en la mayoría de los casos, se dan de manera simultánea. Este es uno de los secretos mejor guardados. Mi padre lo sabía porque formó parte del consejo que decidió ponerlo en práctica. En gran medida, mi proyecto social está inspirado en una idea similar. El comportamiento humano, en sus bajezas, siempre encuentra la forma de superarse. Y, si bien se podría abrir un extenso debate sobre el condicionamiento genético, descansar sobre ello hubiera sido y sería un terrible error. Por eso, pienso que el condicionamiento piscológico, a través de las construcciones culturales y los arquetipos, es más apropiado, aunque más azaroso en cierto punto. 
Mi padre supo ver que no importa qué tan perfectas y acabadas sean las estructuras políticas y económicas, siempre habrá alguien que quiera sacar ventaja de ellas. Entonces, desarrolló un mecanismo que reprimiera estas conductas, al menos en las personas que ocupan posiciones en las que les toca decidir el destino y el bienestar de otros. El mecanismo es un circuito electrónico que, mediante una leve cirugía, se incorpora al sistema de la persona al momento de asumir la responsabilidad que le compete. Como lo entendía mi padre, y hasta el momento es la mejor teoría que tenemos, el origen está en la mentira. Las personas solemos autoengañarnos y engañar a otros cuando tenemos alguna actitud egoísta que nos beneficia solo a nosotros a cambio del perjuicio de otros. Una región del cerebro, llamada amígdala, y que se vincula a la emoción, es la encargada de estos procedimientos. El circuito, una vez incorporado al sistema nervioso, se funde con este, por lo que es imposible removerlo sin provocar la muerte; reacciona cuando se activa la amígdala y segrega una sustancia que estimula de manera continuada la libración de una sustancia llamada catecolamina, responsable de trastornos conocidos como ataques de pánico. Según los estudios que mi padre efectuó durante largo tiempo, los humanos tenemos mucho menos miedo a la muerte física que a la idea de que podemos morir.
Por lo que pudimos saber de las civilizaciones terrestres, la deshonestidad entre los diferentes actores de sus sociedades era una de las más importantes razones por las que estas fracasaban y, en la política, resulta inadmisible. No hay grises. Sin embargo, algunos dicen que nunca fue bien visto que, al haber sido mi padre uno de los integrantes más notorios de los consejos más elevados, él nunca consintió usarlo.

12

Según el último informe del piloto automático, estamos a mitad del trayecto. Hubo una serie de turbulencias hace unas horas que resultaron bastante inquietantes. Los grupos electrógenos se congelaron y perdieron estabilidad, por unos momentos, y la aceleración y rotación de la nave se hizo intermitente, como si estuviera parpadeando y nosotros atrapados en un líquido transparente y glutinoso, ahogándonos en la nada misma. Los sistemas todavía están analizando las causas y los daños, y si esto significaría una pequeña desviación en nuestro curso para evitar nuevas contingencias.

13

Mientras escribo, me paso horas frente a las cámaras de vigilancia mirando al recesivo, lo encuentro fascinante. Le gusta dibujar; como yo, es zurdo. Tiene hábitos muy constantes, lo cual es habitual en las personas solitarias. Hace un rato largo que no veo a su centinela, y eso es extraño, tampoco está en nuestro sector. La capacidad de adaptación de los seres y la interacción con los otros son la base de cualquier comunidad. Sin esta base, todo lo que se construye encima tiene la misma consistencia que una gota de vidrio volcánico, como el polvo oscuro en el manto de nuestro suelo. Somos seres sociales. Nuestro más grande invento, y del que se desprende cualquier otro que hayamos hecho, desde los primeros terrestres hasta nuestros días, es la cultura. El aislamiento, la soledad impulsan los rasgos más sombríos de nuestra naturaleza: la violencia, la depresión, la indiferencia, procesos psíquicos que tienen origen en lo genético. Evolucionamos como especie gracias a la sociabilidad y, en orden a asegurar la supervivencia y adaptación al entorno, como sucede con cualquier otra especie, más allá de lo que los terrestres postulaban como “darwinismo”, esta capacidad aprendida se heredaría a las siguientes generaciones de humanos. Aprendimos que aquellas personas que carecen de este conjunto de genes –ya que pudimos comprobar que se trata de una combinación de varios–, no solo se perjudican a sí mismas, sino que, en mayor o menor medida, dependiendo del caso, también perjudican a su entorno. En un principio, se las manipulaba genéticamente, pero esto no terminó con el problema, en absoluto. Se trataba de apenas un ajuste. La adaptación nunca era segura, y se despertaban otros procesos más peligrosos. Finalmente, se decidió separarlas.  
Me paso horas mirándolo, al recesivo. Ahora mismo dibuja. Es su propia celda. En una de las paredes hay un grabado de un círculo concéntrico; también hay uno tallado en el metal de la pared que está a sus espaldas. Puedo verlo. Dibuja una figura inmóvil en el piso, al centinela. Su cuerpo está rígido. Juraría que me está mirando, el centinela, con sus ojos muertos, desde el dibujo, y señalándome con la mano que descansa inerte sobre su torso. Hay un pie saliendo del dibujo. El recesivo ahora se para y observa el punto fijo donde está la cámara, como si supiera que estoy mirando. ¿De qué se trata? 

14

A la era de la polución, los terrestres la llamaron “edad contemporánea”, y está bien, ya que fue la última edad de la Tierra. Todo comenzó con el descubrimiento y la fabricación de un aparato que denominaban “televisión”. Este sistema después evolucionó en lo que llamaron “realidad virtual”, que emitía partículas térmicas y magnéticas directamente a sus cerebros, no como la nuestra, que funciona de un modo orgánico.
Con este invento, la raza humana comenzó a avanzar precipitadamente hacia su fin. Después, se instalaron en los hogares pequeñas maquinarias que funcionaban a través de radiación electromagnética. Tiempo más tarde, se trazaron redes de comunicación altamente nocivas para sus organismos en todas las ciudades del mundo. Las poblaciones recibían día a día unas dosis monstruosas de radiación.
Como la polución estaba aniquilando sus reservas naturales, empezaron a construir parques, acuarios, paraísos artificiales. Y fue peor todavía. Los aparatos de los que se alimentaban funcionaban con energías fósiles e hidroeléctricas, que terminaron de aniquilar lo poco que quedaba de su ecosistema. Además, comenzaron a depender cada vez más de algo llamado “energía nuclear”. Nos faltan datos todavía para completar la teoría, y no logramos comprenderla por completo, pero jugó un rol importante.
Llegó un punto en que hasta los recién nacidos tenían radiación en sus células y cada parte de sus sistemas albergaba tumores que, aunque lograban controlar con tratamientos químicos, les provocaban una muerte violenta y precipitada. Unos años antes de su extinción, las pirámides demográficas de casi todos los sectores del planeta indicaban que los grupos de menores de cinco años eran nulos.

15

Borré las últimas grabaciones de la cámara de vigilancia del recesivo. Todavía ninguno de los dos colectores ha vuelto a ver al centinela. Les dije que alguno de ellos se ocupara de quedarse observando las cámaras. En realidad, se lo pedí al varón. A la colectora, le pedí que me ayudara a hacerme nuevas pruebas. No me siento bien. Ella también quería hacerse. Quedamos en encontrarnos más tarde en la enfermería.
Los recesivos y los centinelas son parecidos, su código genético es similar, excepto por los genes de comportamiento social. Su capacidad intelectual y motriz, sus expresiones, su lenguaje corporal son prácticamente iguales. Aunque lo cierto es que, si tuviera que hacer algún paralelismo, los genes de los recesivos son idénticos a los de los primogénitos. Y no hace falta decir más. Por una razón u otra, son parásitos.
Nuestra educación comunitaria se centra en el fomento de la sociabilidad, de los juegos, de la creatividad y la aplicación de los conocimientos duros que recibimos de la educación individualizada. Todas las partes están conectadas entre sí y los grupos educacionales se forman a partir de los intereses y las capacidades de quienes los integran, formando grupos polifuncionales. Este entramado se enfoca en la estimulación de la curiosidad por las distintas ciencias, materias y oficios que tiene nuestra sociedad.
Sin embargo, una de las primeras medidas que se tomaron con respecto a nuestra organización comunitaria fue la del control de la natalidad. Los primeros habitantes sabían que, tarde o temprano, muchos de los problemas que habían surgido en la Tierra, podrían surgir en la Luna, y uno de los más importantes estaba relacionado a su superpoblación: el hambre, la escasez de recursos, el malestar social, etc. 
La idea nunca fue condicionar a la población químicamente, muchos menos mediante la represión o la amenaza. Pero, unas décadas después, entendieron que debían tomar medidas más restrictivas. Por eso, una vez que tienen un descendiente, a los hombres, se les practica una vasectomía, una cirugía menor que, para revertirla, deben esperar un largo proceso de evaluación de dicho pedido. Los selenitas, por lo tanto, en el caso de mi generación, somos hijos únicos y, por cierto, casi ninguno es primogénito. 
Otro estudio temprano de nuestros primeros habitantes había arrojado que los primogénitos siempre son personas problemáticas y rara vez pueden lograr que su psiquis se forme sin daños significativos y permanentes. Esto les impedía adaptarse a la sociedad y a las formas de organización planteadas. Está en su código genético. 
Por esta razón, en un principio, al año y medio, los primogénitos eran desechados. Esta edad fue determinada para que los niños no sufrieran, al tener escaso conocimiento de su propia existencia, y para que la extensión de la “prueba”, por decirlo así, resultara satisfactoria para corregir los errores cometidos. Por supuesto, como nadie aceptaría voluntariamente esta medida sobre su propia prole, y generaría otros problemas, como traumas psicológicos a los padres, se les administraba una droga, ocultada como vacuna, que los llevaba a su muerte prematura. Se decía que las condiciones de la Luna no eran favorables para los primogénitos, ya que nacían genéticamente preparados para la Tierra; a través de una libre interpretación de la teoría evolucionista, se expresaba que un segundo descendiente contaba ya con las adaptaciones necesarias. Pero, con el correr del tiempo, los hijos de los hijos deberían nacer con dichas adaptaciones. El relato no podía sostenerse. Y los consejos de cada comunidad acordaron en dejar de restringir la procreación.
A través de pequeñas modificaciones genéticas, los primogénitos dejaron de representar un peligro para los entornos sociales y lograron adaptarse con más facilidad. Sin embargo, los consejos están preocupados. El constante aumento en la tasa de suicidios y de violencia social que hubo en estas últimas décadas son efectos no deseados de estas decisiones, que comento en mi tesis y forma parte de mis actuales estudios.

16

El recesivo está muerto. El colector nos dijo que, en un principio, se había tendido sobre el piso, como un animal asustado. No volvió a levantarse. Al chico, le costaba hablar; estaba muy nervioso. El recesivo se retorcía horizontalmente y, después, dejó de moverse. Hacía horas que estaba tumbado en el piso sobre su propio vómito. El colector no sabía qué hacer. Lo cierto es que podría haber sido un truco, y lo tuvimos en cuenta. Decidimos entonces descender abruptamente, hasta varios grados bajo cero, la temperatura de la cámara, y los tres observamos el cuerpo con detenimiento. Esperamos a que se moviera, pero no lo hizo. No se pueden soportar esas temperaturas sin mover un solo músculo, ni uno solo. Entonces fuimos, el chico y yo, a ver qué había sucedido. 
El código de la puerta había sido modificado, y los registros, borrados. Eso fue interesante. Empezamos a discutir. Desconfiamos el uno del otro. Después nos dimos cuenta de que el centinela seguía desaparecido. Podría haber sido él, o la colectora. Desconfiamos de todos. Nos invadió la paranoia, pero la verdad estaba ahí, en el piso. Levantamos el cadáver y lo llevamos a enfermería, donde se nos unió la colectora. 
No había que ser experto en medicina para darse cuenta de que murió por intoxicación. Tenía sus intestinos hinchados y las vías respiratorias, tapadas. Presentaba también lesiones en el estómago. Podría haber sucedido de un momento para otro, o haberse desarrollado durante varios días. No sabemos determinarlo. 
Durante los viajes en el espacio, debemos modificar nuestra alimentación para soportar los diferentes cambios que sufre nuestro cuerpo. Se trata más que nada de ofrecerle al organismo una elevada cantidad de proteínas para que sus procesos de adaptación al entorno y de producción de enzimas se aceleren. La dieta se basa, sobre todo, en insectos y legumbres, no solo por esta cuestión de adaptabilidad, sino también porque estas especies pueden sobrevivir y cultivarse casi en cualquier lugar.
No llegamos a mejores conclusiones, y flota en el ambiente, como en gravedad cero, espesa e invisible, una suerte de paranoia silenciosa. Acordamos hacernos los estudios que habíamos aplazado, y unos nuevos, sobre la base de los acontecimientos recientes. Le dije a la chica de encontrarnos más tarde en la enfermería, después de deshacernos del cuerpo del recesivo. No confío en el chico, y él tampoco en mí, ni en la colectora, y nos quedan más de doscientas horas de viaje, y todavía el centinela sigue desaparecido. Esto es una locura. Y ahora otro cuerpo más flota en el espacio. 

17

Este viaje se ha transformado en una tragedia. Esta nave es una desgracia ambulante. La colectora está muerta. Es decir, fue un accidente. No sé cómo pude ser tan torpe. Estábamos en la enfermería, haciendo los cultivos y tomando muestras. Me confundí de jeringa y tomé una vacía. La burbuja de aire la mató en unos instantes.

18

Nos estamos cazando los unos a los otros. El colector, el centinela, yo. En realidad, el colector y yo. Me deshice del centinela hace varias horas, mientras husmeaba por nuestro sector; se estaba ocultando de mí, se había dado cuenta, pero yo fui más rápido. El colector no tiene por qué saberlo, y prefiero que piense que lo persiguen dos hombres, antes que uno. El hostigamiento hace descuidadas a las personas. Quizás la colectora haya notado algo extraño antes, creo. Pero eso ya no puede preocuparme. 
Hubo algo que se apoderó de mí, en un principio. Uno de los estudiantes me llamó por otro nombre. Yo no soy yo, soy un otro. ¿Y quién es ese otro? ¿Un experimento? ¿Parte de un estudio? Recuerdo bien cuando me lo dijo, cuando se confundió. Estaba nervioso, no supo explicarme, y yo no quise que nadie más lo preguntara.
Nos estamos cazando los unos a los otros. Me divierte. Estoy completamente alerta, todo el tiempo. Mis descuidos, en todo caso, son semánticos.

19

Escribo estas últimas líneas en el castellano que me enseñó mi padre. Cambié el curso de la nave hacia Sagitario A. Hasta que el agujero negro devore la nave y todo el horror del que fue testigo. Ya no estaré para ver eso. Y debo decir, si es que sirve de algo: Fui yo, los maté a todos. Excepto a la colectora. Nunca tuve la intención de hacerle daño a ella, o a nadie en realidad. No lo sé. Hubo un momento en que pude verlo con claridad, pero ya pasó. Simplemente, como la nave ahora, las cosas se salieron de curso, quién sabe por qué. Lo cierto es que, como los mitos y relatos que construyeron en nuestra cultura mi padre y su consejo, nada es lo que parece. Y siempre es peor*.


*Texto original en castellano. 

* * *


Paralelo 3 – La Luna. Sujeto en observación inducido en un coma hasta recibir nuevas órdenes. Supera ampliamente los recientes experimentos en el Paralelo 5 – Mimas o en el Paralelo 1 – Marte. El sujeto logró reconstruir en la proyección elementos y emociones complejas de su mundo y de las personas que lo formaban, y hasta otras representaciones de sí mismo. Su cerebro es fascinante. Recomendamos fuertemente no continuar los experimentos sobre el sujeto, dada la naturaleza de su última proyección. Su psiquis está atrapada en un sufrimiento y angustia constantes. No creemos que sea capaz de recuperarse; el daño es irreversible. Continuaremos las pruebas de adaptación al ambiente y de  condicionamiento neurológico con otros sujetos. Se aconseja desconectarlo.


Volver a la primera parte


También te puede interesar: Fin del mundo, La mujer que eligió no tener alma, Microrrelato 1: La morbosidad de transcurrir, La araña y la mosca, Donde nacen las penas, Los actos inútiles

domingo, 8 de diciembre de 2019

Informe de la adaptación a la Luna (primera parte)

(Traducido del hîc, lengua nativa de los selenitas).


1

En un principio, los viajes a la Tierra se hacían con fines científicos, para investigar los efectos de la “era de la polución”, como nosotros la llamamos, aunque algunos prefieren el término “radiación” para definirla. Cuando se pudieron establecer algunos perímetros depurados de contaminación, así como controlar eficazmente la entrada y salida de las personas y ofrecer diferentes tipos de servicios seguros, también empezaron a venderse viajes como paquetes turísticos. Sin embargo, al día de hoy, lo que queda del planeta es usado como penitenciaria selenita y basurero humano. Por eso cuando me dijeron que, en mi calidad de diplomático y sociólogo, me iban a enviar en una misión de reconocimiento de las nuevas tribus que habían surgido en los últimos años, no me puse nada contento. Podría considerarlo una oportunidad o un desafío. Se dice que los terrestres son cada vez más hostiles en algunas regiones, que algunas tribus han hecho avances sociales y científicos considerables en otras, que es nuestro deber como comunidad para seguir progresando, y para tomar las precauciones debidas dado el caso, y cosas por el estilo. Lo cierto es que, cuando alguien es enviado a la Tierra, molesta en algún otro lado y su regreso, a pesar de lo que prometen, nunca es certero.

2

Así como hoy se hacen viajes a la Tierra para su estudio, hace mucho tiempo, cuando todavía las condiciones para la existencia allí eran aceptables, se hacía lo mismo hacia la Luna. Resulta difícil pensar que, en algún momento, nuestro hogar fue solamente un desierto de polvo, árido y hostil para el ser humano. Desde 2037, según se contaban así los años terrestres, no solo se estudiaba la composición del satélite, sino también se lo intentaba adaptar para hacerlo habitable. Innumerables grupos de hombres y mujeres de la ciencia dedicaron sus vidas a esta labor. Y, entre ellos, estaba mi padre. Él fue uno de los colaboradores del Consejo de Emergencia que se constituyó en el momento del desastre, trece años después de que las expediciones a la Luna ya se hacían periódicamente. La devastación de la Tierra marcó el principio de una nueva era. Desde el cielo selenita, allí arriba, unos pocos privilegiados vieron cómo el planeta celeste se cubría de una espesa nube de polvo, que tardaría varias décadas en disiparse. 
 Comenzó entonces lo que nosotros llamamos la era “poshumana” de la raza. Si bien no fue total la destrucción del planeta, y nos consta que algunos grupos de humanos han sobrevivido y evolucionado, mutado hacia otras formas, con otras costumbres, no tenemos todavía los suficientes datos. Decidimos asignarle ese nombre, el de “poshumana”, porque a lo que habita allí ya no puede llamársele “humano” en términos científicos y nosotros no nos consideramos tampoco parte de esa especie, que es de la que venimos. Según los libros que pudimos rescatar y restaurar de su cultura, hace muchos miles, miles de años, ellos llamaron “prehistórica” a una época similar a la que están viviendo en este momento, al menos en las regiones a las que tuvimos acceso y pudimos estudiar. Esto nos ayuda a reforzar nuestra teoría de que la historia es inevitablemente circular, pero no más que eso: no podemos hacer aseveraciones categóricas sobre tal cuestión. 
Por su cercanía a la Tierra, y por una cuestión de adaptación, tomamos las medidas de división temporal de los antiguos terrestres, de su calendario moderno, con algunas modificaciones, ya que los movimientos de ambos cuerpos son parecidos, pero no idénticos. Los años son más largos allí, pero el término promedio de vida de un selenita es del doble de lo que era el terrestre, según los últimos hallazgos. Esto se debe a que, al tener que fabricar una atmósfera constante y estable para transformar al satélite en un planeta habitable, el Comité de Emergencia decidió hacerlo de manera que esto favoreciera ciertos elementos químicos que emana el sol, a través de los cuales la salud de nuestros órganos, huesos y fibras musculares se prolongó considerablemente.

3

Puedo sentir mis músculos adaptándose a la fuerza gravitacional de la nave, mis células acostumbrarse a las cantidades reguladas de oxígeno.
Nuestra cultura tiene su base en la investigación científica, tanto para perfeccionar nuestro ecosistema como nuestra civilización. Somos una sociedad basada en restricciones, no simplemente de las necesidades humanas, sino también de las conductas, a través de la genética, o de procesos o construcciones culturales.
Tal vez por el respeto que infunde mi apellido, y por mis méritos, me pusieron a cargo de la nave, aunque dos de los tripulantes tienen más experiencia que yo en este campo. Son los “colectores”, como les decimos, la policía forense de los restos del planeta celeste, que vienen como parte de la misión de reconocimiento. Un hombre y una mujer, se conocen de hace tiempo parece. La mujer me recuerda a alguien, pero no estoy seguro; tal vez nos hayamos cruzado alguna vez en alguno de mis estudios. Los otros dos son estudiantes a los que les fueron asignadas las prácticas conmigo. Casi lo único que los cinco tenemos en común es un destino al que ninguno desea llegar. Me molesta demasiado cuando las personas hablan sobre lo que no saben o hacen demostraciones de poder pasivo-agresivas, por lo que mi interacción con todos ellos es la estrictamente necesaria, salvo con la chica quizás: me tiene intrigado averiguar de dónde la conozco. 
Por lo general, el piloto automático de la nave se ocupa de todo y no requiere de mucha atención. Se trata de un artefacto viejo que fue acondicionado para este tipo de viajes, y tiene uno de esos antiguos sistemas de guía, siempre ahí, girando, constantemente, desde las vistas del comedor, de los compartimentos, en todos lados. A veces pienso que en realidad esos rieles están quietos y los que giramos somos nosotros.
Hay otros dos pasajeros, que viajan en el otro extremo de la nave, en unas cámaras aisladas que antes se usaban para almacenamiento. Son “recesivos”, así los llamamos. En realidad, uno de ellos; el otro es su centinela, que es casi decir lo mismo. A veces, se sienta a comer con nosotros, aunque tiene su propio comedor, y muestra un especial interés por la colectora. A mí me inquieta lo mismo o peor que el reo bajo su vigilancia. Cualquiera que tenga un trabajo de ese estilo, está a un paso de haber sido uno más de ellos. Sus genes, los de los recesivos, contienen una falla, como los de los primogénitos, y no logran adaptarse. Esto los hace peligrosos para nuestro orden social. La diplomatura me instó a que acompañara al centinela en su tarea para depositar al recesivo en la prisión de la región de Dinamarca, uno de los pocos lugares habitables que quedan hasta donde sabemos, cerca de nuestro punto de aterrizaje. No me hace ninguna gracia, sin embargo, ninguno de los dos. La presencia de ambos en este viaje me molesta.

4

Vivimos en una sociedad prácticamente perfecta, que costó mucho trabajo construir y moderar. Y la única razón por la que no es perfecta es porque sabemos que esa es otra razón por la que surgen los problemas. Por eso, fabricamos también nuestras imperfecciones, para que las comunidades funcionen lo mejor posible. Sin embargo, a veces, algunos individuos que forman parte de nuestra sociedad se tornan en un peligro para sí mismos o para los demás. De hecho, nuestro código legislativo se divide en dos grandes ramas, dependiendo de si la amenaza que representa una persona es interna o externa. Cuando sucede algo así, se abren diferentes debates e interpretaciones. No es una insensatez admitirlo pero, a veces, no tiene que ver con fallas en el sujeto, sino en nuestro sistema.
Durante este último siglo, tal vez por el desgaste de nuestros esfuerzos y organismos, o la falta de actualización de estos, los casos han ido en escalada.
Cuando alguien rompe el equilibrio establecido, no hay contemplaciones. A aquellos que trasgreden las normas, no se los castiga de manera física ni psicológica, no se los multa, no se los corrige: son procesados y exiliados del espacio selenita.
Mi tesis para conseguir la licenciatura como sociólogo tenía algo que ver con esto. Mi propósito era buscar métodos menos brutales e invasivas que la genética para condicionar y moderar la conducta humana, es decir, formas naturales, para orientarla hacia una vida pacífica y satisfactoria sin intervenirla quirúrgicamente. La investigación planteaba algunos cuestionamientos y sentaba nada más que unas pocas bases para seguir posibles direcciones. Me hubiera gustado poder completar ese proyecto antes de que mi padre muriera, pero no pude, nunca tuve el tiempo ni la inteligencia para hacerlo. Lo cierto es que él nunca respetó a la sociología como ciencia, pero le interesaba mi punto de vista. Mi padre era físico, matemático, biólogo, entre otras cosas, y las “seudociencias”, como las llamaba, como la sociología, no tenían mérito alguno. Su comentario sobre mi tesis fue el único elogio o demostración afectiva que recibí de él.

5

El viaje dura alrededor de quinientas veinte horas y ya hemos atravesado casi ciento quince. Sin embargo, las medidas temporales empiezan a hacerse más borrosas a medida que nos adentramos más en el vacío. Pierdo noción de las cosas que hago, o de los lapsos que separan unas de otras. Por momentos me encuentro en mi recámara, pensando que tengo hambre, y de un momento a otro ya estoy comiendo, y no sé cuánto tiempo pudo pasar entre una cosa y otra. Por otro lado, a veces, encuentro mis pertenencias fuera de su lugar, y no recuerdo haberlas usado. Es posible, no obstante, que se deba al aislamiento. Escucho por momentos ruidos detrás de mí, y no hay nadie. Los estudiantes también muestran algunos signos de malestar, más que nada físico, aunque es probable que eso tenga que ver con un condicionamiento de su propio sistema neurológico. Los colectores, que ya están acostumbrados, hacen las veces de enfermeros o alienistas. Comencé a tener una especie de relación médico-paciente con la chica un poco neurótica. No sé cómo llegué a eso. Como un ejercicio mental, un pasatiempo, pienso en las conclusiones que nunca pude desarrollar en mi tesis, antes que ponerme a escribir tonteras y mirar la nada pero, la mayor parte del tiempo, me cuesta concentrarme para escribir. Si bien las atrofias musculares, los deterioros en la médula ósea y la psoriasis son asuntos que pudieron solucionarse, todavía la sangre se espesa y el sistema inmunológico enloquece. 

6

A diferencia de mis padres, que fueron naturalizados selenitas ya en su edad adulta, nací y me crié en la Luna. No los conozco. Mi madre murió durante el parto y mi padre le sobrevivió varias décadas más, pero su tiempo era escaso y sus obligaciones muchas. Nuestro sistema educativo es individual y constante, con actividades recreativas grupales también. Vivimos con nuestros formadores durante ese tiempo, y nuestros padres nos visitan periódicamente. El Comité de Emergencia fue perfeccionando este sistema durante las primeras décadas de adaptación. Determinaron que muchas “familias”, como se las conocía en la Tierra, resultaban disfuncionales y no ayudaban al correcto desarrollo del ser humano. Las relaciones con los padres mejoran cuando son más acotadas y le otorgan un mayor bienestar emocional a la criatura en su etapa de desarrollo. Durante los primeros seis años de vida, se nos somete a diferentes evaluaciones médicas y psicológicas para determinar el tipo de educación que se nos dará y quién será el instructor a cargo de ella. No es un proceso estático, pero sí riguroso. Los cambios de instructor pueden llegar a ser muy traumáticos ya que, eventualmente, pasamos más tiempo con ellos que con nuestros propios padres. Los instructores se hacen cargo de su estudiante a tiempo completo, se crea un lazo muy fuerte entre ellos. Mi instructora fue una excepcional maestra de las ciencias y las artes. Sin embargo, mi padre me enseñó algunas otras cosas, muchas relacionadas a la Tierra. 
Los instructores son personas capacitadas en una cantidad de áreas innumerable; lleva décadas obtener ese título, y es una de las carreras más respetadas, junto con las de las diferentes ramas de la ciencia; también, es una de las más vigiladas y monitoreadas. En la educación que se nos brinda, si bien es extremadamente personalizada y solitaria, y se va ajustando a las diferentes necesidades según los cambios que atravesamos, las actividades recreacionales también son de extrema importancia: los juegos en grupo y de desarrollo del pensamiento creativo y estratégico brindan cierto equilibrio.
Uno de mis mejores amigos se dedicó a la historia y lo conocí durante un juego de “quemados”. Otra amiga, y mi primera novia, es oceanógrafa. Su nombre es bastante reconocido en la comunidad. Esta materia es un asunto importante en nuestro hogar que, en sus inicios, no contaba con océanos ni mares, lo cual era uno de los principales problemas por solucionar para nuestra adaptación. La posibilidad de que estos vuelvan a secarse, como lo hicieron ya hace millones de años, es siempre una amenaza. 

7

Hoy murieron los dos estudiantes. Aquí, todo sabe a metal, el café, la comida, las superficies, la cama, el aire, la muerte, la angustia, todo. Aunque tengo algunos conocimientos de medicina, no tengo los medios ni la pericia para realizarles una autopsia, y no es posible determinar a simple vista qué fue lo que les sucedió. Debió ser alguna especie de reacción alérgica. Pareciera como si los tejidos de sus venas y arterias hubieran perdido la elasticidad. Se les habían formado hematomas en varias partes de su cuerpo. Probablemente, murieron desangrados por dentro. Por otro lado, había signos de encefalitis. Esa es una hipótesis que suena bastante lógica ya que los síntomas se manifiestan de manera muy leve y, a su vez, implicaría que no se infectaron durante el viaje. Esto tranquilizó un poco al resto de la tripulación, aunque no es completamente cierto. 
Si se tratara de algún virus o bacteria, o fuera alguna enfermedad contagiosa, no tardará en afectarnos, por lo que sugerí tomar algunas precauciones. Los colectores no pusieron muchas objeciones: están acostumbrados a este tipo de cosas, pero el centinela tuvo un ataque de histeria. Son personas con emociones bajas y razonamientos muy mediocres. La colectora intentó calmarlo, para el bien de todos, pero me molestó. No merece nuestra comprensión, esas acciones no merecen ser recompensadas. 
Suponiendo que es acertada mi hipótesis, como se trataría de una bacteria que se propaga a través del torrente sanguíneo, nos hicimos un drenaje. Antes preparamos unos cultivos para analizarlos, por lo que en dos o tres días podremos saber si nosotros mismos tenemos alguna infección latente o no. Después tuvimos que esterilizar todas las zonas comunes y deshacernos de posibles focos de propagación, como sus pertenencias y, por supuesto, sus cuerpos. Incluso en un estado de criogenia, configurarían un riesgo. El centinela insistió en incinerarlos en la sala de motores, pero me negué rotundamente. Hubiera sido una estupidez comprometer el funcionamiento de la nave nada más que para evocar, si acaso es posible habiendo muerto en el espacio, los ritos funerarios. La idea de la muerte adquiere otra trascendencia al ver flotar un cuerpo en la nada.

8

Algo que mi educadora siempre quiso inculcarme fue la idea de que todo ser humano, para vivir en paz, siempre necesita “algo que esperar, algo que hacer y algo que amar”. Aparentemente había tomado este concepto de un antiguo escritor terrestre de la lengua inglesa, lengua que después del desastre se considera muerta. La colectora también conoce esta lengua primitiva; estuvimos hablando por horas hasta hace unos momentos. No lo planeé. Me senté a su lado y el tiempo pasó. Me habló de un poeta y de uno de sus poemas preferidos: no habrá paz, me lo recitó. Sí, no habrá paz, y las noches sin luna son las que tenemos aquí arriba; aborrecer nuestra propia naturaleza.
Le comenté que pensaba que la esperanza hace más nobles las acciones humanas, que el perseguir un objetivo refina los pensamientos, que el sentirse útil calma el espíritu. Ella me dijo que la perversión, la soberbia y la avaricia son inherentes a la psiquis humana, en mayor o menor medida. Y estoy de acuerdo, pero las sociedades pueden configurarse de manera que ese tipo de determinaciones puedan sublimarse, disponer las interacciones sociales para el mutuo beneficio y la retroalimentación de las sensaciones de eficiencia y la voluntad de superación, tal vez mientras siempre haya alguien que haga las cosas mejor que uno, y siempre alguien que las haga peor. Es inevitable vivir en contradicción: el caos es tan necesario como el orden. Abrazar ese caos sería valioso. 
Estas ideas vuelven una y otra vez en mi cabeza, como en el poema. Tal vez sean la respuesta para poder desarrollar el método que sugiero en mi tesis. 
Los resultados de los cultivos alivianaron nuestros ánimos.

9

Los primeros habitantes de la Luna, aquellos que dieron inicio a su colonización y acondicionamiento, construyeron estructuras similares a las que había en el planeta celeste, pero con un concepto claro de sustentabilidad que los terrestres nunca terminaron de adquirir. Llegaron así a un punto de no retorno en cuanto a la relación con su ecosistema. Sus primeras construcciones, de hace más de tres mil años, eran defectuosas e insalubres, ya que sus conocimientos sobre las diferentes ciencias que intervienen en la habitabilidad les eran desconocidos. Esto significó, con el paso de los siglos, reedificar y rediseñar, pero sobre estructuras que ya eran deficientes, y no resultó bien.
Durante el acondicionamiento de la atmósfera, para hacerla favorable, no solo a nuestra supervivencia, sino a la de los demás seres vivos que nos ayudan a sostenerla, se supo que esta tenía una buena cantidad de potasio y sodio, cuando en la Tierra es nula. Esta es una de las razones por las que las conexiones neuronales de los selenitas logran mantenerse saludables durante más tiempo y se reproducen con más facilidad que las de los terrestres. Asimismo, pudimos comprobar que esta condición también disminuye los impulsos violentos y autodestructivos que caracterizan a la raza humana. 
Sobre esto último, también influye nuestra alimentación. Los terrestres eran cazadores, comían carne y derivados de los animales, lo que elevaba la producción de testosterona en sus organismos y los hacía más agresivos e impulsivos. Por esta razón, el Consejo de Emergencia decidió que los animales que se criaran en la Luna tendrían el único fin de mantener un ecosistema equilibrado. Nuestro sustento, en el suelo selenita, es vegetal o, como solían decir los terrestres, somos herbívoros.
Otro elemento importante para la adaptación de la Luna fue el selenio, que es de donde tomamos nuestro gentilicio, también por el nombre “selena”, antigua representación humana de la Luna dentro de la cultura terrestre. Este elemento se encuentra en todas partes, en nuestro organismo, en la tierra, en los alimentos, todo.
Aunque quisiéramos intentarlo, la vida en la Tierra es prácticamente imposible. Las personas que están a cargo de las bases científicas o de las prisiones que tenemos allí, deben cuidarse mucho. En principio, por la radiación. A pesar de los numerosos estudios realizados, todavía no pudimos delimitar las regiones que ya no presentan peligro o que no registan contaminación. Después, por el canibalismo. Sabemos que algunas etnias que sobrevivieron al desastre, empezaron a practicarlo. Y, además, por la falta de potasio y sodio en su atmósfera. Una exposición prolongada a la atmósfera terrestre, sin las precauciones necesarias, debilitaría las facultades mentales y provocaría demencia o alucinaciones.
Si bien los selenitas no negamos la historia terrestre de la raza humana –y, de hecho, parte de nuestra sociedad científica se dedica a investigarla–, somos muy criteriosos en lo que refiere a su trascendencia. Aún no tenemos en claro los efectos sociales que la divulgación de esta información podría provocar en nuestra cultura.















Fábrica a la luz de la Luna (1898),
de Maximilien Luce





sábado, 30 de noviembre de 2019

Un actor se prepara


Para mí, el cine son cuatrocientas butacas que llenar.
Alfred Hitchcock


  Un actor se prepara…
  … experimenta el calor artificial de las luces, dejar ir su sombra…
  … un actor se prepara…
  … adopta otras formas su cuerpo, murmura sonidos ignorados que ahora lo habitan, contempla el abismo que separa al mundo de lo que realmente es, observa la magia que provoca el milagro, sus sentidos se aturden con docilidad…
  … un actor se prepara…
  … experimenta el calor artificial de las luces, dejar ir su sombra, adopta otras formas su cuerpo, murmura sonidos que ahora lo habitan, contempla el abismo que separa al mundo de lo que realmente es, observa la magia que provoca el milagro, sus sentidos se aturden con docilidad, se siente fluir y perderse dentro suyo, teme que su cuerpo se entumezca al pisar la oscuridad…
  … un actor se prepaa…
  … y soporta la memoria de los movimientos de su cuerpo, representa inmutable su propio engaño, como padre, como hijo, como hermano; como escritor, médico, profesor, recepcionista; como esposo, amante, novio olvidado; con fantasías, sus deseos, sus miedos, sus levedades; con su pesada marcha dentro y fuera de esa multitud mansa que mira cómo…
  … un actor se prepara…
  … experimenta el calor artificial de las luces, deja ir su sombra…
  … y mira cómo otros miran…
  … y un actor se prepara…
  … adopta otras formas su cuerpo, murmura sonidos ignorados que ahora lo habitan, contempla el abismo que separa al mundo de lo que realmente es, observa la magia que provoca el milagro, sus sentidos se aturden con docilidad…
  … otro actor se prepara…
  … experimenta el calor artificial de las luces, dejar ir su sombra, adopta otras formas su cuerpo, murmura sonidos que ahora lo habitan, contempla el abismo que separa al mundo de lo que realmente es, observa la magia que provoca el milagro, sus sentidos se aturden con docilidad, se siente fluir y perderse dentro suyo, teme que su cuerpo se entumezca al pisar la oscuridad… 
  … ese actor se prepara…
  … y soporta la memoria de los movimientos de su cuerpo, aunque le resulta imposible ver su propia sombra, representa inmutable su propio engaño, una alegoría en tres dimensiones, desde una cuarta persona, y ya nadie es el espectador, tampoco el protagonista, ni su sombra; somos entretenedores, presentadores, de cómo nos gustaría que nos vieran, sin siquiera pensar por un segundo en intentar hacerlo; nadie quiere promesas, ni quiere serla, somos la farsa de la farsa; ya no importa lo que inventamos para que nos miren, nada más que nos miren, no importa cómo ni por qué, sino cuántos, que nos miren, que miren la forma en que miramos a esos otros que a su vez miran que alguien también está mirando cómo…
  … un actor se prepara…

La cueva de las manos (imágenes rupestres), Argentina - Patrimonio de la Humanidad