sábado, 25 de enero de 2020

Informe de la adaptación a la Luna (segunda parte)

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Algunas teorías dicen que el universo se está expandiendo, otras que se encoge. Y puedo sentir cómo este gran útero negro se contrae hacia mí. Parece como si me faltaran algunas piezas de lo que pasa. Recuerdo que la botella al lado de mi cama estaba llena con agua, yo mismo lo hice, pero no sé cuándo la tomé. Después de levantarme, bañarme y vestirme, me di cuenta de que estaba vacía. Tampoco recuerdo cuándo el centinela se convirtió en una persona agradable, al menos para el resto. Parece ser un hombre encantador y versado en muchos aspectos. La colectora lo piensa, y es verdad, no puedo negarlo. Por momentos, me encuentro hablando con ellos como si realmente los conociera, como si hubiera un vínculo real entre nosotros más allá de este viaje. Otras veces, me encuentro mirándome al espejo, y detesto la imagen que este me devuelve, demasiado parecido a mi padre, como si yo mismo me estuviera perdiendo en mi propio rostro.
Me paso horas parado observando el espacio, o días, no sé. Veo el vacío que nos rodea y me quedo paralizado. Pienso en qué se sentiría si pudiera salir volando por el techo, y correr en la ingravidez. Me gustaría saber cómo es eso, sí.

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El legado de mi padre fue la invención y puesta en práctica de un idioma común, en todas las comunidades y regiones, así como la forma en que se organizan políticamente hasta el día de hoy. Los terrestres, mucho antes de que su planeta colapsara, habían tenido algo parecido con el idioma, pero no tuvieron éxito. El nuestro es el único lenguaje planificado del que tenemos registro, lo que lo hace extremadamente práctico a nivel global. Quienes estamos encargados de la organización de las sociedades tratamos de que las diferencias entre unos y otros, tanto sociales como económicas y políticas, tengan el menor impacto posible sobre su capacidad de desarrollo y su deseo de autosuperación. Por eso, un idioma común pareció la mejor opción. No obsante, en el sector científico todavía hay algunos que practican el español, idioma del que más cantidad de textos escritos logramos rescatar. Mi padre me lo enseñó.
En cuanto a la organización política, nunca una sola persona ostenta un cargo que le implique tomar decisiones –que afectan de manera inmediata y directa a otros– en soledad. Todo se consensua, en mayor o menor medida. Asimismo, los diferentes estados de cada región se encargan de cubrir las necesidades básicas de todos sus ciudadanos. Resulta lógico. Nadie “elige” venir al mundo, por lo que sería coherente que no sea su responsabilidad contar con los medios suficientes para ser y hacer lo que quiera: un techo, una alimentación balanceada, un servicio de salud, una educación, etc. Y los trabajos se reditúan de una forma no cuantificable: la moneda de cambio es el trueque. Existe, sin embargo, una moneda de cambio, que otorga poder adquisitivo a las personas: la lava basáltica, carbonizada en los mares oscuros en toda la superficie de nuestro satélite. No es un recurso renovable (lo cual puede plantear ciertos interrogantes en el futuro), pero está en todos lados, en la tierra, y a todo el mundo, por derecho, por haber nacido, le corresponde un pedazo de tierra, igual que al de los otros. Nadie tiene que pelear por ella ni sacrificarse. Es abundante y de libre acceso para cualquiera. Así y todo, según me contó mi padre, fue necesario contar un pequeño cuento: en las zonas oscuras, esas a las que el sol no llega, este material se mantiene en estado puro y es más valioso. De este modo, aquellas personas que no podían contentarse con lo que les era dado a todos por igual, sumado a lo que pudieran encontrar en cualquier otro lado, y quisieran más aún, se lanzaban a la búsqueda de lava basáltica en las zonas oscuras. Claro, esto implica una muerte inmediata, pero nadie lo sabe. El cuento dice que son zonas riesgosas simplemente. Nada mejor para sostener una mentira que apoyarla sobre la esperanza. La avaricia y la soberbia son hábitos parecidos y, en la mayoría de los casos, se dan de manera simultánea. Este es uno de los secretos mejor guardados. Mi padre lo sabía porque formó parte del consejo que decidió ponerlo en práctica. En gran medida, mi proyecto social está inspirado en una idea similar. El comportamiento humano, en sus bajezas, siempre encuentra la forma de superarse. Y, si bien se podría abrir un extenso debate sobre el condicionamiento genético, descansar sobre ello hubiera sido y sería un terrible error. Por eso, pienso que el condicionamiento piscológico, a través de las construcciones culturales y los arquetipos, es más apropiado, aunque más azaroso en cierto punto. 
Mi padre supo ver que no importa qué tan perfectas y acabadas sean las estructuras políticas y económicas, siempre habrá alguien que quiera sacar ventaja de ellas. Entonces, desarrolló un mecanismo que reprimiera estas conductas, al menos en las personas que ocupan posiciones en las que les toca decidir el destino y el bienestar de otros. El mecanismo es un circuito electrónico que, mediante una leve cirugía, se incorpora al sistema de la persona al momento de asumir la responsabilidad que le compete. Como lo entendía mi padre, y hasta el momento es la mejor teoría que tenemos, el origen está en la mentira. Las personas solemos autoengañarnos y engañar a otros cuando tenemos alguna actitud egoísta que nos beneficia solo a nosotros a cambio del perjuicio de otros. Una región del cerebro, llamada amígdala, y que se vincula a la emoción, es la encargada de estos procedimientos. El circuito, una vez incorporado al sistema nervioso, se funde con este, por lo que es imposible removerlo sin provocar la muerte; reacciona cuando se activa la amígdala y segrega una sustancia que estimula de manera continuada la libración de una sustancia llamada catecolamina, responsable de trastornos conocidos como ataques de pánico. Según los estudios que mi padre efectuó durante largo tiempo, los humanos tenemos mucho menos miedo a la muerte física que a la idea de que podemos morir.
Por lo que pudimos saber de las civilizaciones terrestres, la deshonestidad entre los diferentes actores de sus sociedades era una de las más importantes razones por las que estas fracasaban y, en la política, resulta inadmisible. No hay grises. Sin embargo, algunos dicen que nunca fue bien visto que, al haber sido mi padre uno de los integrantes más notorios de los consejos más elevados, él nunca consintió usarlo.

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Según el último informe del piloto automático, estamos a mitad del trayecto. Hubo una serie de turbulencias hace unas horas que resultaron bastante inquietantes. Los grupos electrógenos se congelaron y perdieron estabilidad, por unos momentos, y la aceleración y rotación de la nave se hizo intermitente, como si estuviera parpadeando y nosotros atrapados en un líquido transparente y glutinoso, ahogándonos en la nada misma. Los sistemas todavía están analizando las causas y los daños, y si esto significaría una pequeña desviación en nuestro curso para evitar nuevas contingencias.

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Mientras escribo, me paso horas frente a las cámaras de vigilancia mirando al recesivo, lo encuentro fascinante. Le gusta dibujar; como yo, es zurdo. Tiene hábitos muy constantes, lo cual es habitual en las personas solitarias. Hace un rato largo que no veo a su centinela, y eso es extraño, tampoco está en nuestro sector. La capacidad de adaptación de los seres y la interacción con los otros son la base de cualquier comunidad. Sin esta base, todo lo que se construye encima tiene la misma consistencia que una gota de vidrio volcánico, como el polvo oscuro en el manto de nuestro suelo. Somos seres sociales. Nuestro más grande invento, y del que se desprende cualquier otro que hayamos hecho, desde los primeros terrestres hasta nuestros días, es la cultura. El aislamiento, la soledad impulsan los rasgos más sombríos de nuestra naturaleza: la violencia, la depresión, la indiferencia, procesos psíquicos que tienen origen en lo genético. Evolucionamos como especie gracias a la sociabilidad y, en orden a asegurar la supervivencia y adaptación al entorno, como sucede con cualquier otra especie, más allá de lo que los terrestres postulaban como “darwinismo”, esta capacidad aprendida se heredaría a las siguientes generaciones de humanos. Aprendimos que aquellas personas que carecen de este conjunto de genes –ya que pudimos comprobar que se trata de una combinación de varios–, no solo se perjudican a sí mismas, sino que, en mayor o menor medida, dependiendo del caso, también perjudican a su entorno. En un principio, se las manipulaba genéticamente, pero esto no terminó con el problema, en absoluto. Se trataba de apenas un ajuste. La adaptación nunca era segura, y se despertaban otros procesos más peligrosos. Finalmente, se decidió separarlas.  
Me paso horas mirándolo, al recesivo. Ahora mismo dibuja. Es su propia celda. En una de las paredes hay un grabado de un círculo concéntrico; también hay uno tallado en el metal de la pared que está a sus espaldas. Puedo verlo. Dibuja una figura inmóvil en el piso, al centinela. Su cuerpo está rígido. Juraría que me está mirando, el centinela, con sus ojos muertos, desde el dibujo, y señalándome con la mano que descansa inerte sobre su torso. Hay un pie saliendo del dibujo. El recesivo ahora se para y observa el punto fijo donde está la cámara, como si supiera que estoy mirando. ¿De qué se trata? 

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A la era de la polución, los terrestres la llamaron “edad contemporánea”, y está bien, ya que fue la última edad de la Tierra. Todo comenzó con el descubrimiento y la fabricación de un aparato que denominaban “televisión”. Este sistema después evolucionó en lo que llamaron “realidad virtual”, que emitía partículas térmicas y magnéticas directamente a sus cerebros, no como la nuestra, que funciona de un modo orgánico.
Con este invento, la raza humana comenzó a avanzar precipitadamente hacia su fin. Después, se instalaron en los hogares pequeñas maquinarias que funcionaban a través de radiación electromagnética. Tiempo más tarde, se trazaron redes de comunicación altamente nocivas para sus organismos en todas las ciudades del mundo. Las poblaciones recibían día a día unas dosis monstruosas de radiación.
Como la polución estaba aniquilando sus reservas naturales, empezaron a construir parques, acuarios, paraísos artificiales. Y fue peor todavía. Los aparatos de los que se alimentaban funcionaban con energías fósiles e hidroeléctricas, que terminaron de aniquilar lo poco que quedaba de su ecosistema. Además, comenzaron a depender cada vez más de algo llamado “energía nuclear”. Nos faltan datos todavía para completar la teoría, y no logramos comprenderla por completo, pero jugó un rol importante.
Llegó un punto en que hasta los recién nacidos tenían radiación en sus células y cada parte de sus sistemas albergaba tumores que, aunque lograban controlar con tratamientos químicos, les provocaban una muerte violenta y precipitada. Unos años antes de su extinción, las pirámides demográficas de casi todos los sectores del planeta indicaban que los grupos de menores de cinco años eran nulos.

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Borré las últimas grabaciones de la cámara de vigilancia del recesivo. Todavía ninguno de los dos colectores ha vuelto a ver al centinela. Les dije que alguno de ellos se ocupara de quedarse observando las cámaras. En realidad, se lo pedí al varón. A la colectora, le pedí que me ayudara a hacerme nuevas pruebas. No me siento bien. Ella también quería hacerse. Quedamos en encontrarnos más tarde en la enfermería.
Los recesivos y los centinelas son parecidos, su código genético es similar, excepto por los genes de comportamiento social. Su capacidad intelectual y motriz, sus expresiones, su lenguaje corporal son prácticamente iguales. Aunque lo cierto es que, si tuviera que hacer algún paralelismo, los genes de los recesivos son idénticos a los de los primogénitos. Y no hace falta decir más. Por una razón u otra, son parásitos.
Nuestra educación comunitaria se centra en el fomento de la sociabilidad, de los juegos, de la creatividad y la aplicación de los conocimientos duros que recibimos de la educación individualizada. Todas las partes están conectadas entre sí y los grupos educacionales se forman a partir de los intereses y las capacidades de quienes los integran, formando grupos polifuncionales. Este entramado se enfoca en la estimulación de la curiosidad por las distintas ciencias, materias y oficios que tiene nuestra sociedad.
Sin embargo, una de las primeras medidas que se tomaron con respecto a nuestra organización comunitaria fue la del control de la natalidad. Los primeros habitantes sabían que, tarde o temprano, muchos de los problemas que habían surgido en la Tierra, podrían surgir en la Luna, y uno de los más importantes estaba relacionado a su superpoblación: el hambre, la escasez de recursos, el malestar social, etc. 
La idea nunca fue condicionar a la población químicamente, muchos menos mediante la represión o la amenaza. Pero, unas décadas después, entendieron que debían tomar medidas más restrictivas. Por eso, una vez que tienen un descendiente, a los hombres, se les practica una vasectomía, una cirugía menor que, para revertirla, deben esperar un largo proceso de evaluación de dicho pedido. Los selenitas, por lo tanto, en el caso de mi generación, somos hijos únicos y, por cierto, casi ninguno es primogénito. 
Otro estudio temprano de nuestros primeros habitantes había arrojado que los primogénitos siempre son personas problemáticas y rara vez pueden lograr que su psiquis se forme sin daños significativos y permanentes. Esto les impedía adaptarse a la sociedad y a las formas de organización planteadas. Está en su código genético. 
Por esta razón, en un principio, al año y medio, los primogénitos eran desechados. Esta edad fue determinada para que los niños no sufrieran, al tener escaso conocimiento de su propia existencia, y para que la extensión de la “prueba”, por decirlo así, resultara satisfactoria para corregir los errores cometidos. Por supuesto, como nadie aceptaría voluntariamente esta medida sobre su propia prole, y generaría otros problemas, como traumas psicológicos a los padres, se les administraba una droga, ocultada como vacuna, que los llevaba a su muerte prematura. Se decía que las condiciones de la Luna no eran favorables para los primogénitos, ya que nacían genéticamente preparados para la Tierra; a través de una libre interpretación de la teoría evolucionista, se expresaba que un segundo descendiente contaba ya con las adaptaciones necesarias. Pero, con el correr del tiempo, los hijos de los hijos deberían nacer con dichas adaptaciones. El relato no podía sostenerse. Y los consejos de cada comunidad acordaron en dejar de restringir la procreación.
A través de pequeñas modificaciones genéticas, los primogénitos dejaron de representar un peligro para los entornos sociales y lograron adaptarse con más facilidad. Sin embargo, los consejos están preocupados. El constante aumento en la tasa de suicidios y de violencia social que hubo en estas últimas décadas son efectos no deseados de estas decisiones, que comento en mi tesis y forma parte de mis actuales estudios.

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El recesivo está muerto. El colector nos dijo que, en un principio, se había tendido sobre el piso, como un animal asustado. No volvió a levantarse. Al chico, le costaba hablar; estaba muy nervioso. El recesivo se retorcía horizontalmente y, después, dejó de moverse. Hacía horas que estaba tumbado en el piso sobre su propio vómito. El colector no sabía qué hacer. Lo cierto es que podría haber sido un truco, y lo tuvimos en cuenta. Decidimos entonces descender abruptamente, hasta varios grados bajo cero, la temperatura de la cámara, y los tres observamos el cuerpo con detenimiento. Esperamos a que se moviera, pero no lo hizo. No se pueden soportar esas temperaturas sin mover un solo músculo, ni uno solo. Entonces fuimos, el chico y yo, a ver qué había sucedido. 
El código de la puerta había sido modificado, y los registros, borrados. Eso fue interesante. Empezamos a discutir. Desconfiamos el uno del otro. Después nos dimos cuenta de que el centinela seguía desaparecido. Podría haber sido él, o la colectora. Desconfiamos de todos. Nos invadió la paranoia, pero la verdad estaba ahí, en el piso. Levantamos el cadáver y lo llevamos a enfermería, donde se nos unió la colectora. 
No había que ser experto en medicina para darse cuenta de que murió por intoxicación. Tenía sus intestinos hinchados y las vías respiratorias, tapadas. Presentaba también lesiones en el estómago. Podría haber sucedido de un momento para otro, o haberse desarrollado durante varios días. No sabemos determinarlo. 
Durante los viajes en el espacio, debemos modificar nuestra alimentación para soportar los diferentes cambios que sufre nuestro cuerpo. Se trata más que nada de ofrecerle al organismo una elevada cantidad de proteínas para que sus procesos de adaptación al entorno y de producción de enzimas se aceleren. La dieta se basa, sobre todo, en insectos y legumbres, no solo por esta cuestión de adaptabilidad, sino también porque estas especies pueden sobrevivir y cultivarse casi en cualquier lugar.
No llegamos a mejores conclusiones, y flota en el ambiente, como en gravedad cero, espesa e invisible, una suerte de paranoia silenciosa. Acordamos hacernos los estudios que habíamos aplazado, y unos nuevos, sobre la base de los acontecimientos recientes. Le dije a la chica de encontrarnos más tarde en la enfermería, después de deshacernos del cuerpo del recesivo. No confío en el chico, y él tampoco en mí, ni en la colectora, y nos quedan más de doscientas horas de viaje, y todavía el centinela sigue desaparecido. Esto es una locura. Y ahora otro cuerpo más flota en el espacio. 

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Este viaje se ha transformado en una tragedia. Esta nave es una desgracia ambulante. La colectora está muerta. Es decir, fue un accidente. No sé cómo pude ser tan torpe. Estábamos en la enfermería, haciendo los cultivos y tomando muestras. Me confundí de jeringa y tomé una vacía. La burbuja de aire la mató en unos instantes.

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Nos estamos cazando los unos a los otros. El colector, el centinela, yo. En realidad, el colector y yo. Me deshice del centinela hace varias horas, mientras husmeaba por nuestro sector; se estaba ocultando de mí, se había dado cuenta, pero yo fui más rápido. El colector no tiene por qué saberlo, y prefiero que piense que lo persiguen dos hombres, antes que uno. El hostigamiento hace descuidadas a las personas. Quizás la colectora haya notado algo extraño antes, creo. Pero eso ya no puede preocuparme. 
Hubo algo que se apoderó de mí, en un principio. Uno de los estudiantes me llamó por otro nombre. Yo no soy yo, soy un otro. ¿Y quién es ese otro? ¿Un experimento? ¿Parte de un estudio? Recuerdo bien cuando me lo dijo, cuando se confundió. Estaba nervioso, no supo explicarme, y yo no quise que nadie más lo preguntara.
Nos estamos cazando los unos a los otros. Me divierte. Estoy completamente alerta, todo el tiempo. Mis descuidos, en todo caso, son semánticos.

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Escribo estas últimas líneas en el castellano que me enseñó mi padre. Cambié el curso de la nave hacia Sagitario A. Hasta que el agujero negro devore la nave y todo el horror del que fue testigo. Ya no estaré para ver eso. Y debo decir, si es que sirve de algo: Fui yo, los maté a todos. Excepto a la colectora. Nunca tuve la intención de hacerle daño a ella, o a nadie en realidad. No lo sé. Hubo un momento en que pude verlo con claridad, pero ya pasó. Simplemente, como la nave ahora, las cosas se salieron de curso, quién sabe por qué. Lo cierto es que, como los mitos y relatos que construyeron en nuestra cultura mi padre y su consejo, nada es lo que parece. Y siempre es peor*.


*Texto original en castellano. 

* * *


Paralelo 3 – La Luna. Sujeto en observación inducido en un coma hasta recibir nuevas órdenes. Supera ampliamente los recientes experimentos en el Paralelo 5 – Mimas o en el Paralelo 1 – Marte. El sujeto logró reconstruir en la proyección elementos y emociones complejas de su mundo y de las personas que lo formaban, y hasta otras representaciones de sí mismo. Su cerebro es fascinante. Recomendamos fuertemente no continuar los experimentos sobre el sujeto, dada la naturaleza de su última proyección. Su psiquis está atrapada en un sufrimiento y angustia constantes. No creemos que sea capaz de recuperarse; el daño es irreversible. Continuaremos las pruebas de adaptación al ambiente y de  condicionamiento neurológico con otros sujetos. Se aconseja desconectarlo.


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